Al poco de comenzar a producirse las primeras armas atómicas, estas se convirtieron con rapidez en sinónimo de paz y estabilidad internacionales, logradas gracias al terror. Como dijo Bernard Brodie en su libro El arma absoluta: poder atómico y orden mundial (1946), si antes de las armas nucleares la principal tarea de la estrategia era ganar guerras, después de su invención, el primer cometido de la estrategia pasó a ser evitar la guerra.
Aunque el concepto de paz gracias al terror fue un tópico de las conversaciones sobre armas nucleares, tras unos años de reflexión, estrategas como Albert Wohlstetter se dieron cuenta de que la disuasión no se consigue solo gracias a la simple presencia de armas atómicas. La estrategia nuclear no es una cuestión de emociones y de miedo, sino que requiere de elementos tecnológicos y políticos adecuados para que funcione con eficacia.
La estrecha interrelación entre las variables de tecnología militar, política internacional, tratados de control de armas y la estrategia de disuasión propiamente dicha es esencial para comprender los motivos por los que, durante la guerra fría, se pudieron establecer tratados de limitación de armas, al mismo tiempo que se conseguían la disuasión nuclear y la estabilidad estratégica. Fue un producto meramente circunstancial y contingente, una derivada necesaria de la existencia del armamento nuclear.
Los actuales cambios en esas variables tienen dos efectos graves y trascendentales en las relaciones internacionales contemporáneas. El primero es que las armas nucleares ya no promueven la paz y estabilidad entre las grandes potencias. El segundo es que la disuasión está muy erosionada, por lo que la probabilidad de que en el futuro ocurra algún uso nuclear limitado se ha incrementado con respecto a los tiempos de la guerra fría.
Como consecuencia de esos dos efectos, los cimientos del régimen de…