Poner al mundo en una vía de desarrollo sostenible no será fácil, en vista de la degradación del medio ambiente y la confusión económica que hoy prevalecen. No bastará con modestos aumentos en las inversiones para elevar el rendimiento energético o en los presupuestos de planificación familiar. Para llegar a esa vía se necesitará un reordenamiento total de prioridades, una reestructuración a fondo de la economía mundial y un crecimiento sustancial de la cooperación internacional, tal y como ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial. Mientras el deseo de asegurar un futuro sostenible no se convierta en interés prioritario de los Gobiernos nacionales, el continuo deterioro de los sistemas naturales de apoyo a la economía llegará a aplastar los esfuerzos para mejorar la condición humana.
Un futuro sostenible exige tratar simultáneamente una serie de temas interconectados. Estabilizar la población resultará difícil en tanto que la pobreza no se reduzca. Puede que sea imposible evitar una extinción masiva de especies mientras que el Tercer Mundo esté cargado de deudas. Quizá lo más importante: puede que no se disponga de los recursos necesarios para detener el deterioro físico del planeta, a no ser que se dé marcha atrás en la carrera armamentística internacional.
Si el mundo permanece en la senda actual, las crisis se acumularán y se acelerarán hasta anular la capacidad de respuesta de las instituciones. El factor tiempo es de suma importancia: las especies extinguidas no pueden ser recuperadas. La Tierra, erosionada, tardará siglos, incluso milenios, en fertilizarse aun bajo técnicas de cultivo cuidadosas. Una vez que la Tierra se haya calentado, no habrá forma posible de enfriarla.
Los científicos, los dirigentes políticos y la opinión pública están empezando a reconocer que el aumento de la población mundial y de la demanda de energía está alterando los sistemas naturales y…