El 14 de febrero del año 842, los Reyes francos Carlos el Calvo y Luis el Germánico se alían en los “Juramentos de Estrasburgo” contra el tercer nieto de Carlomagno, Lotario. (Los “Juramentos” están redactados ya en dos idiomas, el francés y el alemán antiguos.) Desde entonces comienza a surgir en la Historia la cuestión alemana. La organización política de Alemania ha sido una constante mutación, su estructura estatal un continuo tejer y destejer; su futuro desarrollo, imprevisible.
Hay que situar las cosas en este contexto histórico para comprender que la cuestión alemana no es únicamente un problema de ahora, resultante de la partición del país después de la Segunda Guerra Mundial. Pero no por antigua es menos problemática. En nuestra época, que tiende a estructuras supranacionales, la permanencia de un problema nacional no resuelto es particularmente gravosa y está llena de riesgos y complicaciones políticas.
La cuestión alemana tampoco es exclusivamente un problema nacional. Los alemanes viven en el centro del continente europeo y al centro no se le puede marginar. La vecindad de Alemania con tantas naciones euro- peas le confiere una dimensión especial. La cuestión alemana no se puede resolver contra los vecinos ni sin los vecinos. Es, como decimos, una cuestión europea.
Al mismo tiempo, tampoco se la puede abstraer de la relación de fuerzas existentes en el mundo. No se puede resolver ni contra ni sin los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Alemania fue una “nación tardía”. Ello se debió a que no se consiguió resolver el binomio de unidad nacional y de libertad democrática de los alemanes. Durante mucho tiempo no fue posible la unión de Alemania a través de la libre determinación de sus ciudadanos. Cuando por fin se hizo, se realizó en gran medida sobre la base de la represión del…