La historia del pueblo alemán ha sido y es uno de los elementos vertebradores de la historia europea. Su vinculación con el imperio y el hecho de haber sido un variado conjunto de pequeños Estados llevó siempre a las grandes potencias a buscar un mayor o menor control sobre ellos. Su situación geográfica, en el centro del continente, surcada por grandes ríos y con magníficos recursos materiales, permitió el florecimiento del comercio y de la industria, haciendo de algunos de aquellos Estados centros de indudable riqueza. Desde Carlos V a Napoleón los Estados alemanes se vieron acosados por naciones más poderosas, debiendo aprender a mantener el equilibrio entre éstas. Allí se fraguó la re- forma protestante, que dividió en dos primero a los propios alemanes y más tarde a todo Occidente. En el siglo XIX los Estados alemanes fueron testimonio de una nueva división, alineándose parte de ellos con la Europa industrial y liberal, mientras otros se sumaban a la defensora de la monarquía absoluta y el antiguo régimen. La aparición del nacionalismo alemán supuso una nueva convulsión que concluyó con la formación del II Reich. De un conjunto de Estados, en precario equilibrio, el pueblo alemán pasó a convertirse en árbitro europeo, imponiendo su voluntad de la mano del príncipe Bismarck. El desarrollo de actitudes militaristas y nacionalistas llevó a la primera guerra mundial, al nazismo y a la segunda guerra mundial. Tras 1945 la historia de los alemanes ha continuado siendo un elemento vertebrador, pero esta vez de la historia mundial. Lo que allí ocurra afectará a la seguridad de todo el Planeta.
El problema alemán en la posguerra mundial
A lo largo de 1945 se sentaron las bases del nuevo orden internacional. En las “cumbres” de Yalta y Postdam el futuro de Alemania resultó ser el…