Las causas del malestar ciudadano que han dado lugar a las protestas en Hong Kong son políticas y socioeconómicas. Entre las políticas, en primer lugar una parte significativa de la población de la antigua colonia británica pide un mayor desarrollo de la Ley Fundamental, la Constitución hongkonesa, al considerar que Pekín les escamotea la promesa de democratización. Estiman, además, que se han erosionado sus libertades al haberse excluido del Consejo Legislativo a parlamentarios electos, con el secuestro de libreros que vendían obras críticas hacia los dirigentes chinos o ahora con la Ley de Extradición, entre otros agravios.
En segundo lugar, las culturas políticas de Hong Kong y el continente son radicalmente distintas. Frente a la educación y la censura comunistas, la hongkonesa es una sociedad abierta, basada en el rule of law británico, con prensa libre y donde cada año se celebra de forma multitudinaria el aniversario de las protestas de Tiananmen de 1989 con críticas acerbas hacia el régimen comunista chino. Y además, muy importante: sin censura en Internet, lo que permite el acceso ilimitado a la información y opinión occidentales.
“Un país, dos sistemas” ha sido hasta ahora una realidad incontestable aun con sus defectos, el telón de fondo de las discrepancias actuales: en Hong Kong hay partidos democráticos, inexistentes en la China continental.
En tercer lugar, el gobierno de Hong Kong no calibró el grado de malestar de la población, ni la reacción que provocaría la Ley de Extradición.
Pero la crisis tiene un trasfondo social. Voy con alguna frecuencia a Hong Kong, magnífica ciudad, y cada vez la veo más triste y alicaída, justo lo contrario de Shenzhen, Shanghái, Pekín y otras muchas ciudades chinas. Unas décadas atrás, Hong Kong era la única puerta de entrada de las empresas extranjeras a China; ahora pueden instalarse en…