El compromiso global en torno a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) logró estructurar la agenda del desarrollo durante la última década y media, y con ello la agenda de la cooperación internacional. Esto ha contribuido a legitimar de nuevo los debates del desarrollo a escala planetaria así como la necesidad de coordinar esfuerzos para su abordaje. Por ello, no es posible ignorar la relevancia que los ODM han tenido y mantienen actualmente en la agenda internacional y a nivel local en los países. Sin embargo, parece claro que la agenda que colectivamente logremos trazar a partir de 2015 no será una continuación de los ODM que quedaron pendientes.
En estos años se han realizado importantes progresos hacia la consecución de las metas, al tiempo que se han incorporado numerosos aprendizajes sobre el propio proceso de articulación de una visión multidimensional del desarrollo, con objetivos específicos, indicadores mensurables y plazos definidos. Pero quizá lo más importante que hemos comprendido es que nos hallamos frente a un desafío global sin parangón en la historia de la humanidad: la propia supervivencia como especie. Existen sólidas pruebas de que los humanos nos hemos constituido en una fuerza tan poderosa que está alterando las funciones y servicios de los ecosistemas, el clima, los océanos y ríos, trasvasando las fronteras que hicieron posible el desarrollo de la civilización tal como la conocemos. Pero al mismo tiempo, en esta generación contamos con los recursos, saberes y tecnología para erradicar la pobreza y el hambre en el mundo. Y para que efectivamente los 7.000 millones de personas puedan gozar de su derecho a vivir una vida digna, con esperanza y oportunidades, no cabe otra opción que alcanzar el desarrollo sostenible a escala planetaria.
La agenda que hoy se encuentra en la mesa de negociación tiene 17…