El 18 de febrero de 2022, apenas una semana antes del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, varios canales de noticias compartieron una foto del primer ministro belga, Alexander De Croo, junto con la delegación del presidente de Namibia, Hage Geingob, en el puerto de Amberes. Los dos políticos visitaron el barco Hydrocat 48, propulsado por hidrógeno. Esta fotografía es una muestra de las numerosas reuniones de funcionarios de varios países e instituciones europeas con sus contrapartes de África para estudiar, comentar y planificar cooperaciones alrededor de un gas inodoro y volátil, sin ninguna importancia en las relaciones bilaterales entre países hasta hace muy poco tiempo. El hidrógeno (H2) del continente africano dominó el discurso durante la visita del canciller alemán, Olaf Scholz, a Suráfrica en mayo de 2022, y es el elemento esencial en la revitalización del plan Mattei para establecer a Italia como nodo central de importaciones energéticas norteafricanas a Europa, como proclamaba Giorgia Meloni en su discurso de toma de posesión como primera ministra en octubre de 2022.
Este creciente interés en el hidrógeno está motivado por la búsqueda de algunos países europeos de alternativas renovables a los combustibles fósiles, no solo como parte esencial de la transición hacia una economía neutra en emisiones, sino también para reforzar la seguridad de suministro y, en particular, reducir o eliminar las importaciones de hidrocarburos rusos.
La presencia del hidrógeno en el discurso público sobre la crisis energética no siempre va acompañada de información fiable o robusta sobre su papel como fuente de energía o insumo industrial, su proceso de producción y las dimensiones globales del desarrollo de una economía del hidrógeno en el ámbito nacional y europeo. Con objeto de arrojar cierta luz sobre las implicaciones del desarrollo de una economía del hidrógeno, a continuación, se analiza el…