POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 146

La ‘ciberguerra’ se puede evitar

Henning Wegener
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El crecimiento de la tecnología digital conjura nuevos peligros. Muchos Estados están invirtiendo en opciones para una ciberguerra. Necesitamos ciberdiplomacia, concentración en ciberdefensa y busqueda de un código de normas vinculantes: la ciberpaz.

 

El concepto de ciberguerra está de moda en todo el mundo. Con él se relaciona una vaga sensación de creciente amenaza de un enemigo invisible, en el que no se distingue entre WikiLeaks, cibercrimen profesional, hackers o la utilización militar de tecnología digital. La idea de estos nuevos peligros alude a pronósticos apocalípticos, una amenaza existencial al individuo y a la economía, al Estado, a la sociedad, más allá de meros fallos o averías en sectores. En cualquier caso, la ciberguerra se percibe como algo terrible. Razón suficiente para un nuevo análisis de los riesgos, y también para una definición más precisa. La especificidad del uso militar, la amenaza para la ciberestabilidad mundial, solo pueden ser abarcados si se contempla en su totalidad la evolución del espacio digital.

 

En el número 80 de Política Exterior (2001) publiqué “La guerra cibernética”, el primero y hasta ahora único artículo sobre esta cuestión, en el que analizaba los nuevos peligros y amenazas. Las advertencias que entonces se hicieron sirven también para hoy, ya que la estructura básica de Internet y sus características técnicas se mantienen inalterables. Las nuevas tecnologías de la información siguen ejerciendo su potencial como transmisor y factor de crecimiento del conocimiento global, como estimulador de sociedades más abiertas y participativas, como globalizador del mercado y mensajero de valores universales. Pero también el abuso y las probabilidades de ataque y sus graves consecuencias crecen.

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