Cuando estalló la crisis inmobiliaria hace casi dos décadas en Estados Unidos, los países más endeudados se llevaron las manos a la cabeza: “¿Cómo es posible que no lo viéramos venir?”. El mundo ha cambiado tanto, en buena medida como consecuencia del ascenso de China, que las reglas del juego son diferentes. Los límites de déficit y deuda que se consideraban aceptables han saltado por los aires.
El mejor ejemplo está en Estados Unidos. Según las últimas proyecciones del FMI, su déficit público se mantendrá de forma constante por encima del 6% del PIB al menos hasta 2029. Y su deuda pública escalará por encima del 130% del PIB, con un incremento de casi dos puntos al año. Pero no es el único caso.
Este aumento de la deuda pública forma parte de la carrera de EEUU y China por liderar el mundo. Ante las dificultades del sector privado, el sector público se ha lanzado a realizar inversiones en transición energética, digitalización, autonomía estratégica, innovación… El discurso tradicional de que a partir del 100% de deuda pública se agotaba el margen para realizar una política fiscal expansiva parece haberse quedado obsoleto. La realidad es que los bancos centrales mantienen los costes de la deuda bajo control y el ahorro privado permite financiar sin problemas estos déficits. Tal vez este sea el cambio estructural más relevante: el ahorro privado contrarresta la necesidad de financiación del sector público, de modo que es posible que los umbrales de sostenibilidad de la deuda pública se hayan elevado. El ejemplo más evidente es el de Japón, que financia una deuda que supera el 250% de su PIB.
Si los países líderes se adentran en esta carrera, para el resto será muy difícil mantenerse al margen por el riesgo de quedarse atrás. En la Unión Europea,…