Como ocurre en otros números de POLÍTICA EXTERIOR, dos planos distintos se cruzan en estas páginas: lo actual de un lado, los grandes asuntos permanentes, de otro. Hay, creemos, tres asuntos permanentes en nuestra revista. Energía, migraciones, derechos. Primacía de la ley, Estado de derecho, derechos humanos, derechos civiles, lenta pero continua internacionalización de la justicia… Sin ese orden previo, las sociedades se bloquean.
Las fuentes de energía tradicionales –petróleo, gas, carbón– abren un debate, duradero para las próximas décadas. Ese debate ha llegado, también, a las páginas de publicidad. Un ejemplo es la campaña de Chevron, gran petrolera americana lanzada a los mensajes impresos y televisivos desde hace un año. También BP y Shell han salido a la palestra publicitaria. A escala española, Acciona, una gran empresa de infraestructuras y construcción, levanta la bandera de la sostenibilidad.
Frente al ejemplo de otro gigante del petróleo, ExxonMobil, empeñado en defender el día a día, empresas más modernas, Chevron o BP, parecen mirar más al mañana. No tienen el menor espíritu de ONG; saben que las nuevas fuentes energéticas serán, en el futuro inmediato, una fuente de negocio. Pero dirigen sus campañas a la defensa de la inteligencia, es decir, de la previsión y la prudencia, frente a la temeridad del corto plazo. De ExxonMobil (no solo la primera empresa americana del sector, sino la primera del mundo en volumen de ventas, según Financial Times) convendría ver sus vínculos con el poder político que hoy gobierna Estados Unidos, el presidente y el vicepresidente de modo especial. Chevron, por contra, apuesta por el conservacionismo y el ahorro de energía, mientras parece que su gran rival quiere principalmente potenciar el consumo para aumentar su cifra de ventas. Esto puede parecer simple pero es así. Algunas compañías advierten: la irrupción de grandes naciones…