No hay prácticamente una sola región en el mundo que esté actualmente libre de la presencia del virus de gripe aviar H5N1, altamente patógeno y con capacidad de generar una gran enfermedad. El pasado mes de febrero, científicos españoles se embarcaron en una expedición a la Antártida convencidos de que este virus había burlado cualquier distancia o fronteras terrestres y allí, en las condiciones más extremas de temperatura y aislamiento del planeta, confirmaron la presencia del virus en muestras de skuas (págalos) muertas.
La sospecha es que el virus H5N1 está detrás de las mortandades de aves registradas durante el verano antártico y la actual altísima cifra de más de 500 pingüinos Adelia muertos descubierta por la Federation University de Australia. En apenas dos años este virus que se hospeda y transmite mediante las aves silvestres, ha recorrido todo el planeta y en su camino está dejando un increíble rastro de muerte en todo tipo de especies, más allá de las aves a las que inicialmente infecta.
Hurones, zorros en Canadá, Francia, osos polares y pardos, cerdos, visones, alpacas, lobos marinos en Perú y Chile, elefantes marinos en Argentina, focas afectadas en Sudáfrica, mascotas como perros y gatos, hay hasta 50 especies de mamíferos afectadas, y se está produciendo también la muerte de las propias aves silvestres, que antes eran solo portadoras del virus. Perú ha sufrido la pérdida de más del 40% de las poblaciones de pelícanos y se ha registrado la muerte de 220.000 aves solo en espacios protegidos. No hay datos de las zonas sin vigilancia pero la cifra podría ser aún mayor y el impacto en los ecosistemas es ahora mismo, dramático y difícil de evaluar. Es la primera vez que vivimos una situación como la provocada por este virus tan patógeno en animales.
Esta devastadora imagen nos habla de un virus con una enorme capacidad de evolucionar y adaptarse a las especies y va mucho más allá de cómo actuaría un virus aviar que solo infecta a aves. Los propios investigadores que trabajan con este virus se ven sorprendidos a diario ante la aparición de nuevas especies afectadas.
«Es la primera vez que vivimos una situación como la provocada por este virus tan patógeno en animales»
H5N1 lleva meses transmitiéndose y afectando a granjas de vacas lecheras por Estados Unidos, ya hay más de 9 estados afectados y se han registrado cerca de 70 brotes. El virus está en altas concentraciones en la leche y en la carne. La aparición de gatos muertos que han bebido la leche cruda en las granjas puede indicar, además de una vía de transmisión eficaz de la enfermedad a través de la leche, la alta capacidad de infectar a mamíferos. Aún sorprenden más los casos que existen de gripe aviar en personas, en los trabajadores expuestos a las vacas infectadas. Serían una vez que se confirme, los primeros casos en los que un virus de aves se transmite de un mamífero a humano. Y ahora sí, tenemos todos los motivos para estar muy preocupados. Coctelera vírica, coctelera de especies.
Síntomas similares a la gripe
Dos trabajadores han sufrido síntomas oculares, conjuntivitis serias que se han tratado con antivirales. El último caso en un trabajador de una granja de Michigan ha despertado todas las alarmas. Ha desarrollado síntomas respiratorios similares a los que provoca la gripe. Este es el miedo, que el virus de gripe aviar se convierta en un virus de gripe humana y genere una nueva emergencia sanitaria.
Cada nueva infección en un ser humano es una oportunidad que se le da al virus para que adquiera características nuevas y se adapte a nuestra especie. Por este motivo es esencial una vigilancia estrecha de cada caso para seguir el rastro del virus. Sin embargo, las condiciones en las que se encuentran los trabajadores de las granjas de vacas, que pasan largas horas cerca de animales infectados y en muchos casos no tienen ni seguro médico ni la posibilidad de baja por enfermedad remunerada, podría estar provocando que no se declaren los síntomas y los casos de trabajadores infectados sea mayor. De confirmarse esta sospecha, el virus podría estar ahora mismo propagándose sin que sepamos cómo evoluciona.
Es importante entender dos conceptos en el caso de estos virus, la velocidad a la que pueden evolucionar y la casualidad o azar que marcan el que salten al ser humano.
Un virus puede hacer una gran evolución, un impresionante cambio en sus características genéticas, en su identidad más profunda, en un periodo muy corto de tiempo. Los seres humanos necesitaríamos millones de años para vivir esa transformación. Es como si una mañana en el yacimiento de la Gran Dolina de la sierra de Atapuerca, en Burgos, un Homo Antecessor se levantara harto de ser quien es, de tener que aceptar ese momento de la evolución que le ha tocado vivir, cansado de tener tan poca esperanza de vida, de ser carroñero, cazador y caníbal, y decidiera soltar las piedras que utiliza como herramientas para convertirse en un ingeniero que trabaja en computación cuántica, tener una esperanza de vida de 83 años y hablar cuatro idiomas.
Es un salto de 900.000 años que un virus puede hacer en apenas, unos meses. Sorprende saber que muchos de los virus de gripe humana que nos afectan actualmente, en su día, fueron un virus de gripe aviar que saltó entre especies. De ahí la enorme preocupación. Un virus de la gripe puede mutar y propagarse mundialmente en apenas unos meses, a una velocidad mucho mayor que el virus SARS CoV-2 de la Covid-19. Lo comprobamos cada año al tener que adaptar las vacunas de la gripe humana a las variantes nuevas que no paran de aparecer.
En los animales, el H5N1 ya ha creado lo que se llama panzootia, una pandemia, que afecta a muchas especies en todo el mundo. Y sabemos que el impacto en animales siempre tiene una repercusión directa en la salud humana y medioambiental. El concepto Salud Única o One Health, al que nos estamos poco a poco adaptando –algunos países y profesionales con más reticencia que otros–, nos recuerda que la salud humana, animal y medioambiental están estrechamente ligadas. El impacto en una de las áreas irremediablemente tendrá consecuencias en las otras.
Prepararse para una nueva pandemia
En los últimos 60 años el número de enfermedades nuevas que aparecen en cada década se ha multiplicado por 4. La mayoría están provocadas por virus zoonóticos, virus que saltan entre especies. Cada año se identifican de media de 3 a 5 nuevos virus zoonóticos. En el año 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) organizó una reunión inédita. Convocó a un gran número de expertos a los que pidió que identificaran los agentes patógenos que podrían causar una pandemia.
En la lista aparecieron virus para los que no teníamos tratamientos o vacunas, como el Zika o SARS, Nipah o fiebre del Valle del RIFT. En cada actualización de esa lista han ido apareciendo algunas nuevas potenciales amenazas. Un día se incluyó una misteriosa enfermedad llamada X, una patología provocada por un agente infeccioso aún desconocido que podría aparecer en cualquier momento. En principio se pensaba en un virus muy contagioso, no identificado previamente, y que causaría una epidemia internacional.
Cuando se revisa la lista actual, la COVID 19 aparece en primer término, la enfermedad X sigue estando presente y como no, también el H5N1. Se calcula que en el planeta hay 1,6 millones de virus en hospedadores como mamíferos o aves. Hasta 700.000 podrían tener el potencial de infectar a los seres humanos. De todos ellos han sido identificados solo 250. Los científicos lo tienen claro, la duda no es si se va a producir una próxima pandemia, sino dónde y cuándo.
Tampoco hay discusión sobre la necesidad de tomar medidas y anticiparnos mundialmente antes de que aparezca o no, una nueva emergencia sanitaria y debemos hacerlo desde la estrategia de Salud Única, es decir trabajando juntos los especialistas de salud animal con los de salud humana y medio ambiente. El bienestar de todas las especies es crítico para mantener una salud global.
Con todos estos antecedentes, la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (WOAH) han pedido entre otras cosas que los países estén preparados ante una potencial pandemia. No es nuevo, la OMS ya lo advirtió en el año 2005. Por aquel entonces se esperaba que este virus, que se identificó por primera vez en 1966, provocaría la próxima pandemia y pidió que los planes de respuestas estuvieran actualizados, que los países reflexionaran sobre la necesidad de cerrar o no escuelas, oficinas y transporte público y sobre la importancia de desarrollar rápidamente vacunas para todos los países.
Se pidió exactamente que se prepararan panes concretos para poder evitar, o al menos minimizar, lo que ocurrió 15 años después, cuando apareció la COVID 19, solo que el virus que provocó la pandemia no fue el esperado. La llegada de la pandemia no fue ninguna sorpresa. La sorpresa fue ver que no nos habíamos preparado y que aquel aviso de la OMS había caído en el olvido. Es tiempo de actuar. ¿Qué excusa tendríamos de cara a la población si no nos preparamos?
H5N1 no es ya estacional como la gripe humana que aparece en épocas determinadas y está imparable, presente e infectando de forma constante. Hay acciones urgentes que se deben adoptar tal y como piden diariamente los científicos y científicas que investigan este virus desde su aparición. Y aunque las autoridades sanitarias hablan de riesgo bajo para la población en la situación actual, el salto del virus a los humanos podría producirse (o no) en cualquier momento. No hay forma de predecir cuándo y dónde se produciría.
Aumentar la bioseguridad
Sobre el terreno, se debería aumentar la bioseguridad de las granjas de animales para evitar contacto con aves silvestres infectadas. Es especialmente importante en los casos de animales que puedan actuar como coctelera vírica, cerdos o visones, que son capaces de infectarse tanto con virus de gripe aviar como humana. Pueden crear el escenario perfecto para que ambos virus tengan la oportunidad de encontrarse en un mismo organismo y dar paso a la aparición un nuevo virus con capacidad de infectar a las personas y transmitirse a gran velocidad.
El brote que se produjo en una granja de visones en España a finales del año 2022 sirvió para comprobar que el virus tenía ya cambios que le habían permitido multiplicarse en células de mamíferos y se podría haber transmitido entre los visones. Una y otra vez hay que recordar que este virus es aviar. No le corresponde infectar a otras especies y menos aún transmitirse entre ellas.
«¿De qué depende que llegue una nueva pandemia? Y, sobre todo, ¿será tan grave como la vivida? Ambas respuestas dependen del azar»
Se necesita también tomar acciones urgentes que afectan a la vigilancia en la salud humana. Una de las recomendaciones más importantes es vigilar la aparición de casos de infecciones respiratorias agudas o gripes raras en las personas que acuden a los centros de salud y, sobre todo, detectar posibles cambios en patrones. Por ejemplo, que empiecen a llegar gripes fuera de la temporada o algo que haga sospechar que el virus puede estar empezando a circular en seres humanos. El personal sanitario tiene que notificarlo urgentemente.
Hasta el momento no se ha detectado ningún caso de transmisión de H5N1 altamente patógeno entre humanos, todos los casos han sido esporádicos y la infección se ha producido desde los animales a las personas que estaban expuestas. Desde el año 2003 hasta mayo de 2024, se han notificado en todo el mundo un total de unos 900 casos y 463 personas fallecidas. El número real será siempre una incógnita porque no sabemos cuántas personas han podido estar infectadas sin desarrollar síntomas. La letalidad ha sido alta, del 52%, pero eso no significa que, si el virus H5N1 se adapta y convierte en un virus humano, se comporte igual.
Estrechar la vigilancia
La OMS está pidiendo una estrecha vigilancia para detectar y monitorear los cambios que puede estar sufriendo el virus. Pide incluso que los científicos compartan todas las investigaciones, datos y artículos científicos en una base de datos única y que se genere toda la información posible desde todos los campos. La colaboración y el intercambio de información entre países es crucial.
Es esencial que la información que se transmita a la sociedad sea transparente. En los países afectados la población debe conocer de primera mano los riesgos y las medidas básicas a tener en cuenta para preparar bien la comida y evitar tomar alimentos crudos como la leche. Así mismo hay que disponer de una base de datos fiable donde poder informarse a través de fuentes acreditadas y luchar así contra la desinformación que tanto aumenta y es tan peligrosa cuando aparecen las crisis sanitarias.
Se necesita también crear fondos para pandemias, ayudar a los países de renta baja a prepararse y tomar decisiones drásticas para reforzar los sistemas de salud actualmente deteriorados y con amenaza de colapso. Son, como dice la OMS, una “bomba de relojería” por culpa de la mala situación del personal sanitario.
¿De qué depende que llegue una nueva pandemia? y, sobre todo, ¿será tan grave como la vivida? Ambas respuestas están determinadas por el azar. No tenemos inmunidad frente a un virus nuevo de gripe aviar. Frente al actual virus, la inmunidad es muy baja, y se contagiará con enorme facilidad, porque no dejará de ser un virus de gripe. Tenemos capacidad de generar nuevas vacunas rápidamente, pero habría que conocer las variantes para tener una vacuna definitiva, que se tendría que adaptar como lo hacen las actuales de la gripe.
De cara a prevenir futuras pandemias, el aviso está claro. El sistema actual de producción de comida a gran escala, manteniendo explotaciones de muchos animales bajo gran presión, con exposición a virus y a contagió masivo entre ellos, favorece la emergencia de agentes patógenos. El cada vez mayor contacto entre animales silvestres y animales domésticos por culpa entre otros factores, de la deforestación, y la rapidez a la que nos desplazamos las personas y mercancías, ayudan a la aparición de lo que se ha denominado, “una era de pandemias”, una época en la que nuevas enfermedades emergentes surgirán más frecuentemente y con mayor intensidad.
La buena noticia, es que esta tendencia se puede revertir. Y curiosamente, muchas de las medidas que ayudarían a luchar contra el cambio climático están en la base de la prevención de las futuras pandemias. Volvemos al concepto One Health. Lo esencial es mantener ecosistemas saludables, que incluyan el respeto y cuidado del medio ambiente y de los animales.