África sigue de luto. A los duelos ya conocidos del sur de Sudán, Somalia y del este de la República Democrática del Congo (RDC), al rosario de cayucos que nos llega del flanco oeste del continente africano tenemos que añadir la violenta crisis que está sacudiendo a Kenia, florón de la colonización británica. Nairobi, capital de los safaris, emporio turístico de África, destino para muchas lunas de miel, se ve inmerso en una ola de violencia sin par.
Todo empezó el 27 de diciembre, cuando la comisión electoral proclamó la victoria del presidente saliente, Mwai Kibaki, de origen kikuyu (cinco millones de personas, la primera etnia del país, 20 por cien de la población, bantúes) sobre su rival luo, Raila Odinga, (tercera etnia del país, 3.180.000, 12 por cien, de origen nilótico) sólo por varios miles de votos: 4.584.721 de Kibaki frente a 4.352.993 de Odinga.
El 8 de enero, los servicios informativos de la BBC señalaban que tanto los observadores internacionales como locales coincidían en el hecho de que los resultados de las elecciones podrían haberse “orientado” a favor del presidente Kibaki. Hay muchas razones que permiten tal conclusión. El anuncio de los resultados fue retrasado más de un día, justo cuando el candidato Odinga encabezaba el escrutinio. Por otra parte, miles de personas votaron sólo en la elección presidencial, no para el Parlamento ni para las instituciones locales, organizadas al mismo tiempo. Curiosamente, los resultados fueron diferentes, según fueran anunciados local o nacionalmente. Finalmente, la Comisión Electoral señaló que en una de las conscripciones la tasa de participación había sido del 115 por cien… El hecho más significativo es que la diplomacia internacional aceptara que en el proceso electoral hubo muchas irregularidades: un solo presidente africano, el ugandés Yoweri Museveni, ha felicitado al presunto ganador de los comicios….