El rey ha logrado dar al proceso político una apariencia de cambio y de reforma, al tiempo que ha debilitado a la oposición y ayudado a los islamistas moderados.
Si la Primavera Árabe afectó a Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria, lo que alcanzó al reino hachemí de Jordania fue una brisa árabe, que provocó cambios importantes pero no de gran calado. El país ha continuado bajo el gobierno de un solo poder con competencias muy amplias pero, por primera vez en décadas, ha sido testigo de cambios constitucionales y de pequeños aunque importantes movimientos hacia una eventual monarquía constitucional.
Se han enmendado alrededor de 45 cláusulas de la Constitución jordana, por las que se da paso por primera vez a un Tribunal Constitucional, a una Comisión Electoral Independiente, a una nueva ley de partidos y a una ley electoral que incluye una representación parlamentaria a escala nacional. También se ha limitado la capacidad del rey para disolver el Parlamento o de su gobierno para aprobar leyes cuando aquel no está en periodo de sesiones. Los ciudadanos ya no serán sometidos a juicios militares por asuntos civiles (aunque el Tribunal de Seguridad del Estado, que pertenece al brazo ejecutivo del gobierno, no ha sido disuelto, tal y como se esperaba)…