Los europeos harían bien en ir más allá de la visión de una Italia peculiar. Lo sucedido en el país es consecuencia de la crisis de la democracia representativa y de la pérdida de impulso de la UE.

El imprevisible resultado de las recientes elecciones italianas ha despertado en todas partes una muy previsible reacción: “Otra vez esos italianos con sus andanzas…”. El tono, como siempre, se sitúa a medio camino: entre divertido y asombrado, y como siempre con poquísimo respeto. A decir verdad, los italianos no podemos quejarnos de la extrañeza, no podemos denunciar las caricaturas que de nosotros se hacen en el extranjero.

¿En qué otra parte del mundo, y sobre todo de Europa, se hubiese podido imaginar un fenómeno como Silvio Berlusconi? Un hombre de negocios que transforma su empresa en una máquina política, gana una primera vez las elecciones y sigue durante casi 20 años en el centro del poder, con posiciones claramente conservadoras pero al mismo tiempo ganando repetidamente el voto de una mayoría de obreros, y no solo de “capitalistas” y profesionales. Más aún, ¿quién hubiese imaginado (tampoco en Italia) que a pesar del desprestigio producido por su evidente fracaso económico, su rechazo por parte de los socios en la Unión Europea, su perfil moral impresentable con episodios del más lamentable vodevil, que a pesar de todos estos pesares su coalicion hubiese ganado alrededor del 30 por cien del voto popular?…