Desde el 1 de enero, China prohíbe las importaciones de 24 tipos de “basura extranjera”, entre ellos toda clase de residuos plásticos, lo que genera un grave problema a los países desarrollados, que tienen en el gigante asiático una especie de vertedero global de detritus industriales.
Países como Canadá, Australia, Reino Unido y Alemania se han quedado sin opciones para dirigir sus desechos. Las exportaciones mundiales de plástico usado a China alcanzaron los 300 millones de dólares en 2015, frente a los 7,6 millones del primer trimestre de 2018.
El problema empeora a cada minuto que pasa. El hallazgo, el 27 de febrero, de un cachalote en Murcia que murió por una peritonitis aguda, causada por la ingestión de 29 kilos de basura plástica (trozos de red, cabos, bolsas, sacos de polipropileno y hasta un bidón) ilustra los estragos del plástico en los ecosistemas marinos.
Cada año llegan a los mares y océanos unas ocho millones de toneladas de plástico, que tardan entre uno y cuatro siglos en descomponerse. Esa polución mata a unos 100 millones de animales marinos al año.
En el Pacífico Norte, una de esas acumulaciones, el llamado “gran parche de basura”, de 30 metros de profundidad, cubre una superficie de entre 1,6 millones y 3,4 millones de kilómetros cuadrados, el tamaño de España, Francia y Alemania. Algunos ya llaman a ese residuo flotante, de unas 80.000 toneladas, el “séptimo continente”.
Siete de los 10 objetos más comunes desechados en las playas son plásticos: botellas, envolturas, bolsas, redes de pesca o cuerdas de nailon. Incluso en profundidades abisales en el Pacífico se han encontrado botellas de plástico intactas.
La producción de plásticos se ha multiplicado por 20 desde 1950, hasta los 100 millones de toneladas anuales; se ha triplicado en los últimos 25 años y podría triplicarse…