En ‘El futuro de la guerra’, Iván Bloch, banquero polaco experto en asuntos militares, describió con singular clarividencia el impacto que tendrían las nuevas tecnologías industriales en los campos de batalla del siglo XX. Casi todas sus predicciones se cumplieron en la Gran Guerra.
Sin embargo, Bloch se equivocó en un asunto crucial: creyó que las matanzas industrializadas harían imposibles las guerras. Ahora, las aplicaciones militares de la Inteligencia Artificial (AI), los robots asesinos, los satélites miniaturizados y los misiles hipersónicos van a provocar un salto cualitativo similar al que previó Bloch en el proceso de detectar, elegir y destruir blancos.
La AI tiene múltiples aplicaciones en campos como el transporte y la medicina, pero también un lado oscuro: su potencial uso dual civil-militar. En 2017 Vladímir Putin declaró que quien lidere el desarrollo de la AI “dominará el mundo”. Ese mismo año China se puso como objetivo hacerlo en 2030. También en 2017, el Pentágono presentó un plan para invertir 2.000 millones de dólares hasta 2022 en aplicaciones militares de IA. La carrera ya ha comenzado. Según el último informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri en inglés), el gasto militar global en 2018 rondó los 1,8 billones de dólares, un 2,6% más que en 2017. Los cinco países con mayor gasto en defensa –EEUU, China, Arabia Saudí, India y Francia– representaron el 60% del total de esa cifra, la más alta desde 1988.
Los llamados “dividendos de la paz” del final de la guerra fría hace tiempo que se desvanecieron. El actual gasto militar global es un 76% más que en 1998 y equivalente al 2,1% del PIB mundial, es decir, 239 dólares per cápita.
EEUU y China suponen casi la mitad de ese gasto. El del gigante asiático no ha dejado…