El fiasco de la cumbre del G7 en Canadá puede fortalecer al eje franco-alemán y a la propia Unión Europea, tras la respuesta de la canciller Angela Merkel a las propuestas de reforma de la zona euro del presidente Emmanuel Macron.
Los dos líderes europeos tendrán que acercar posiciones, sobre todo después de criticar con dureza a Donald Trump tras rechazar el comunicado del G7 que acababa de firmar y que rompió con una tradición de 42 años de coreografiada colegialidad. Para acabar con las dudas, el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, subrayó que Trump dejó claro en Quebec que el G7 ya no puede seguir esperando a que Estados Unidos “siga siendo su banco”. Lo único que le importa a Trump es ganar su guerra comercial, objetivo incompatible con el G7, que se basa en la idea de que sus miembros comparten valores y lealtad y no solo intereses materiales.
La UE ya no puede esperar a que en dos años Washington vuelva a la “normalidad”: quizá Trump sea esa nueva normalidad, sobre todo si su mandato marca un punto de inflexión en la política exterior de EEUU.
No se puede descartar, como asegura Bolton, que el antiguo orden internacional (1945-2018) esté condenado. El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Heiko Maas, ha advertido en Twitter que “con un tuit se puede destruir rápidamente una gran confianza. Y por eso Europa debe permanecer más unida que nunca y defender sus intereses con más ahínco”.
En otro tuit, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, escribió que “el orden mundial basado en reglas está amenazado por el propio EEUU, hasta ahora su principal garante”. Según una encuesta reciente, hoy solo el 17% de los alemanes considera a EEUU un aliado fiable.
En este escenario, Macron y Merkel se necesitan…