Con 700 millones de usuarios, China tiene un 25% de la población global online y es además líder mundial del comercio electrónico, con ventas minoristas digitales que duplican las de EEUU y superan el 40% del total mundial, según la consultora eMarketer. El año pasado, cuatro de las 10 mayores compañías de Internet del mundo por capitalización bursátil fueron chinas, entre ellas Alibaba, Tencent y Baidu.
Pero ese gigantesco mercado cibernético se encuentra vallado por una gran muralla informática, levantada por el régimen para mantener alejadas influencias occidentales como la democracia y la libertad de expresión. Internet llegó a China en enero de 1996. En agosto de ese mismo año ya fueron bloqueadas varias páginas extranjeras. Google lo fue por primera vez en septiembre de 2002, YouTube en 2008 tras disturbios en Tíbet y Twitter en 2009 después de protestas en Xinjiang. Pekín presenta su propia concepción de “Internet soberana” como un modelo para el resto el mundo. Lu Wei, el zar chino de Internet, cree que el Partido Comunista (PCCh) ha alcanzado el “equilibrio correcto” entre libertad y orden y apertura y autonomía en pos de lo que llama una “cibergobernabilidad con características chinas”.
Pero detrás de esa retórica futurista se encuentra la vieja obsesión totalitaria con el control de la información, adaptándolo a las nuevas condiciones tecnológicas mediante un gigantesco mecanismo de vigilancia, censura y bloqueo de webs, incluyendo las de Google, Facebook, YouTube y Twitter. En abril, EEUU calificó el muro digital chino como una “barrera comercial”.
Según la Cámara de Comercio de EEUU en China, cuatro de cada cinco de sus afiliados ven afectados sus negocios por esas políticas. Pero el régimen planea reforzar aún más su control de la red con una nueva ley de ciberseguridad que, entre otras cosas, limitará la…