La muerte el 31 de mayo de Mohamed Abdelaziz, líder histórico del Frente Polisario (FP), se ha producido en un momento delicado para el futuro de la llamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el proyecto de Estado que dirigió durante más de 40 años. Abdelaziz llevaba varios años enfermo, por lo que ya hace mucho los dirigentes polisarios habían comenzado el proceso de relevo.
Con todo, su sucesor, el presidente del Parlamento saharaui, Hatri Aduh, va a tener difícil llenar el vacío que deja Abdelaziz, que tras cofundar el FP con Mustafá Sayed Al Ouali en 1973, lo fue todo en el movimiento saharaui: dirigente de la lucha anticolonial, líder de la guerra contra Marruecos entre 1975 y 1989 y principal negociador saharaui con Rabat entre 1991y 2005.
Pero el balance de su carrera política deja un sabor agridulce. Por un lado, su mayor mérito fue mantener unidas a las diversas tribus nómadas del pueblo saharaui que nunca han dejado de aspirar por su independencia, primero a través de la lucha armada y desde su aceptación de la fórmula del referéndum de autodeterminación, buscando una consulta que se ha topado con el muro de la intransigencia marroquí.
La inflexibilidad de Rabat es solo uno de los problemas del FP. Las decenas de miles de refugiados saharauis en los seis campos de Tinduf (Argelia), están cada vez más frustrados ante el bloqueo del conflicto, lo que ha minado la credibilidad del liderazgo polisario. Pese a sus esfuerzos y contactos internacionales, Abdelaziz no pudo sumar más reconocimientos internacionales a la RASD ni ganar la batalla propagandística y diplomática a Marruecos.
Ninguna delegación occidental asistió a sus funerales en Rabuni (Argelia) y tan solo seis embajadores africanos (Angola, Ghana, Kenia, Nigeria, Suráfrica y Zimbabue) y dos latinoamericanos (Cuba y Venezuela)…