Los países de mayoría musulmana de África occidental y el Sahel –Senegal, Burkina Faso y Costa de Marfil, entre otros– apenas habían sido golpeados por el yihadismo debido, en buena parte, al multiculturalismo cosmopolita de ciudades como Dakar, capital senegalesa, donde coexisten pacíficamente las mezquitas y las discotecas, y al carácter tolerante del islam que practica la mayor parte de su población.
Pero precisamente esos rasgos –”occidentales” a los ojos de los islamistas– y sus porosas fronteras, que los yihadistas cruzan con impunidad, los han puesto en el punto de mira de los militantes de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que tiene su centro de actividades en el norte de Malí. En las últimas semanas y meses, AQMI ha atacado hoteles, restaurantes y resorts turísticos en varios países de la región. Senegal, dada su estratégica posición geográfica, es especialmente vulnerable a la penetración del yihadismo.
El Comando Africano del Pentágono (AFRICOM), teme que AQMI pueda consolidar un bastión territorial en África occidental similar a los que tiene el grupo islamista somalí Al Shabab en África oriental o Boko Haram en Nigeria y países vecinos como Chad, Camerún y Níger.
Senegal, un país que nunca ha sufrido un golpe militar ni un ataque terrorista de envergadura, tiene anticuerpos naturales contra la amenaza integrista. Léopold Sédar Senghor, cristiano, fue durante décadas presidente de Senegal y una de las grandes figuras políticas del África posterior a la descolonización. En Senegal confluyen además diversas cofradías sufíes que practican un islam abierto y del que el famoso cantante Youssou N’dour es un claro ejemplo. Sin embargo, a principios de año, cuatro imanes radicales fueron detenidos en la ciudad de Kaolack, donde mantenían una intensa actividad proselitista a favor de grupos yahadistas como AQMI y Boko Haram.
En octubre,…