El flujo de inmigrantes provenientes de Oriente Próximo, el Magreb, Pakistán, Afganistán, Irán, Bangladesh y Eritrea, entre otros países, a las islas griegas no baja de 2.000-3.000 llegadas diarias, a pesar de las adversas condiciones climatológicas del invierno. La Comisión Europea ha dado a Atenas un plazo de tres meses para recuperar el control de sus fronteras exteriores. Si no lo hace, dejará de ser miembro del área Schengen. La mayor parte de los inmigrantes que entra a Grecia por cuatro islas del Egeo –Lesbos, Leros, Chios y Kos– ni siquiera son identificados.
El problema se ha trasladado a Macedonia, que cerró su frontera con Grecia el 29 de enero porque antes Serbia hizo lo mismo con la suya. En 2015, el pequeño país balcánico, de dos millones de habitantes, fue atravesado por un millón de inmigrantes que se dirigían a Austria y Alemania. Macedonia, uno de los países más pobres de Europa, no está en condiciones de convertirse en la frontera exterior de facto de la UE si Grecia es expulsada del área Schengen.
Con el progresivo cierre de las fronteras de países que antes habían sido permisivos con los flujos –desde Alemania a Suecia–, la crisis ha alcanzado un punto álgido. Y puede empeorar. Fabrice Leggeri, jefe de Frontex, la agencia de las fronteras exteriores de la UE, no descarta que con la llegada de la primavera este año vuelvan a entrar en territorio europeo un millón de nuevos refugiados, una cifra similar a la de 2015.
El pasado noviembre el gobierno de Skopje decidió no permitir transitar por su territorio más que a sirios, iraquíes y afganos, y solo porque las condiciones de sus países permiten a los nacionales pedir asilo en Alemania o Austria. Todo indica que pronto Macedonia impedirá atravesar…