Los 7.000 yihadistas de origen ruso o procedentes de repúblicas exsoviéticas de Asia Central que combaten en las filas del Estado Islámico/Daesh en Siria han sido el principal argumento utilizado por Vladimir Putin para justificar el envío de una fuerza militar expedicionaria a ese país árabe en apoyo del régimen de Bachar el Asad.
En una reciente entrevista en la CBS, Putin confesó que su peor pesadilla era el regreso de esos yihadistas a Rusia para volar trenes, aviones, teatros o escuelas, como tantas veces lo han hecho en el pasado. “Es mejor que ayudemos a El Asad a combatirlos en territorio sirio”, subrayó.
Desde el inicio de su expansión imperial en el Cáucaso y Asia Central, pasando por las luchas del ejército soviético contra diversas insurrecciones islámicas en los años veinte del siglo pasado y las dos guerras de Chechenia (1994-96 y 1999-2009), Rusia ha tenido una relación intermitentemente conflictiva con sus minorías musulmanas, que hoy suman 22 millones de sus 144 millones de habitantes, la gran mayoría suníes y concentradas en las repúblicas caucásicas de Chechenia, Ingushetia y Daguestán.
En los últimos años, el conflicto ha estado signado por el terrorismo. La toma del teatro Dubrovka de Moscú en octubre de 2002 por yihadistas chechenos se saldó, por ejemplo, con la muerte de 130 rehenes rusos. El juramento de lealtad de enero de 2014 del llamado Emirato Islámico del Cáucaso al califato proclamado por Abu Bakr Al Bagdadi, ha hecho más probable un ataque en Rusia del Daesh similar al de París, sobre todo porque los flujos de yihadistas chechenos y daguestanos a Siria se está produciendo a ritmos parecidos a los que proceden de Túnez o Marruecos.
En lo que va de año, se han registrado 95 muertes por violencia en Daguestán, frente a los 208…