«Si Europa no controla sus fronteras exteriores, regresarán las fronteras nacionales, los muros y las alambradas”, advirtió François Hollande en su solemne discurso ante la Asamblea Nacional y el Senado en Versalles, donde anunció las medidas que adoptará su gobierno para combatir al Estado Islámico/Daesh tras los atentados de París del 13-N.
Desde el 11-S, Estados Unidos ha gastado una media de 47.000 millones de dólares anuales en seguridad interior pese a que disfruta de una posición geográfica envidiable, fronteras bien resguardadas y una colaboración estrecha con Canadá y México. Europa, en cambio, ni siquiera parecía muy consciente de los riesgos que implica su situación geopolítica. De hecho, en una reciente entrevista, Hans-Dietrich Genscher, exministro de Exteriores de la RFA, dijo que lo positivo de la actual crisis de refugiados es haber hecho conscientes a los alemanes de que “son vecinos del Mediterráneo”.
Si la UE quiere preservar el espacio Schengen, la más visible manifestación de la unidad europea, debe actuar sin más dilaciones. Frontex, la agencia europea encargada de resguardar las fronteras exteriores comunitarias, ha advertido que necesita con urgencia más agentes para tomar las huellas digitales y registrar debidamente a los refugiados que llegan a territorio de la UE. A principios de octubre, Frontex solicitó 775 guardias fronterizos adicionales, pero hasta ahora solo ha recibido 320.
La propia supervivencia del espacio Schengen depende de la calidad de la información que comparten los cuerpos policiales de sus 26 países miembros. Un diplomático europeo destinado en Bruselas confesó al Financial Times que la UE tiene “fronteras abiertas pero no información abierta”.
La sola sospecha de que en los ataques de París pueda haber participado un terrorista sirio que habría entrado en octubre en Europa desde Turquía por la isla griega de Lesbos entre la marea de inmigrantes y…