La popularidad del discurso anti-inmigrante de Donald Trump, que por ahora lleva una importante ventaja a los otros candidatos republicanos a la presidencia de Estados Unidos, es parte de un fenómeno internacional que no solo afecta a los países desarrollados, como demuestran las expulsiones de colombianos en Venezuela, de haitianos en República Dominicana o de musulmanes birmanos en Tailandia e Indonesia.
Pero la hostilidad hacia la inmigración es especialmente notoria en el hemisferio Norte. En Europa proliferan partidos de ultraderecha que han hecho de la xenofobia su principal seña de identidad política. En cierto modo es explicable. No hay un solo país del Viejo Continente que no esté sintiendo la presión de la marea de refugiados provenientes de países devastados por la guerra como Siria, Irak, Afganistán, Somalia o Eritrea. Los afganos, por ejemplo, ya representan el tercer país con mayor número de refugiados tras Irak y Siria, lo que indica que el fenómeno está más vinculado a los conflictos bélicos que a la pobreza o las presiones demográficas. De Eritrea ha huido el 3% de sus cinco millones de habitantes. Etiopía, el segundo país más poblado de África, en cambio, apenas genera emigrantes a otros países.
La razón parece obvia: Etiopía ha crecido a un ritmo del 8-12% en el último lustro. De los 50 países menos poblados del mundo, 15 están en África, que es con Oceanía el continente de menor densidad demográfica del planeta. Solo acontecimientos excepcionales como el colapso de un Estado fuerza a tanta gente a abandonar en masa sus países y a afrontar los riesgos de viajes tan peligrosos. De hecho, ni Siria, Afganistán o Eritrea, de donde provienen las dos terceras partes de los inmigrantes irregulares que llegan a Europa, son países de alta densidad demográfica….