La tinta del acuerdo entre Irán y el G-5+1 no se había secado cuando una delegación alemana presidida por el vicecanciller y ministro de Economía, Sigmar Gabriel, llegó a Teherán a finales de julio acompañado por representantes de Volkswagen, Daimler, ThyssenKrupp y Siemens, todos ellos ávidos de adelantarse a sus competidores. Irán es un país de 78,5 millones de habitantes, con un PIB per cápita de 5.290 dólares en paridad de poder adquisitivo (ppp, en inglés) y con una de las mayores reservas de hidrocarburos del mundo.
A Gabriel le siguió la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, y Paolo Gentiloni, al frente del ministerio de Asuntos Exteriores italiano, que acudió a Teherán escoltado por funcionarios del ministerio de Cooperación Internacional y del Servizi Assicurativi del Commercio Estero (SACE), que se encargarán de activar los instrumentos financieros y las líneas de crédito necesarias para diversos proyectos bilaterales. Según los cálculos de sace, la economía italiana podría exportar productos y servicios al mercado iraní por valor de unos 3.000 millones de euros hasta 2018.
Una de las empresas italianas que ya ha firmado cuantiosos contratos ha sido Finmeccanica, que tiene previsto construir una central eléctrica por valor de 500 millones de euros por encargo de Ghadir Investments, la compañía iraní que en 2013 fue catalogada como empresa “tapadera” del régimen iraní por el departamento del Tesoro de EE UU. El acuerdo nuclear ha situado a Ghadir Investments en la lista de las 400 empresas iraníes a las que les serán revocadas las sanciones por la vía rápida.
Por Teherán han pasado también el ministro de Asuntos Exteriores francés, Laurent Fabius, y el secretario del Foreign Office británico, Philip Hammond, que reabrió la embajada de Reino Unido, cerrada hace cuatro años después de que…