La carta entregada por el gobierno venezolano al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para solicitar su mediación en la “controversia territorial” con Guyana, a la que Venezuela reclama 160.000 kilómetros cuadrados –las dos terceras partes de su territorio–, debido a su supuesta antigua pertenencia a la colonial Capitanía General de Venezuela, parece ser la última carta que Nicolás Maduro saca de la manga para desviar la atención de la opinión pública de la grave situación económica interna.
En un reciente programa de televisión, Maduro mostró los que dijo eran mapas originales del siglo XVIII que dibujaban una Venezuela “antes del despojo imperial británico” que llegaba hasta toda Colombia, Panamá y Centroamérica. Desde hace décadas, la llamada Guayana Esequiba es una región señalada en los mapas oficiales como “zona en reclamación”.
El peligro es que, al igual que los militares de la última dictadura argentina, Maduro quiera agitar las banderas del nacionalismo y el irredentismo territorial para unificar la nación. “El destino de la patria está en juego”, ha advertido, justo en el momento en que acaba de anunciarse la fecha para las cruciales elecciones legislativas del 6 de diciembre.
Pero manipular las disputas territoriales internacionales con fines espurios es un arma que carga el diablo, como aprendió, demasiado tarde, el general argentino Leopoldo Galtieri. Venezuela acusa a Guyana de haber modificado sus fronteras marítimas para incluir un territorio donde recientemente ExxonMobil, que abandonó Venezuela al no aceptar asociarse con PDVSA, descubrió un importante yacimiento de petróleo a 190 kilómetros de su costa.
El 27 de mayo, Maduro firmó un decreto para incorporar a la jurisdicción venezolana el punto en que se encuentra la licencia de ExxonMobil. Caracas considera “nulo e írrito” el Laudo Arbitral de París de 1899 sobre la delimitación fronteriza entre ambos países….