Las elecciones presidenciales, previstas para el 8 de noviembre en Myanmar se han convertido en un terreno minado para la oposición por las trampas tendidas por los militares, que quieren mantener el proceso bajo su control. La apertura política de 2011 condujo a la entrega formal del poder a una administración cuasi civil que va a convocar los comicios, los primeros desde 1990 que fueron ganados por la Liga Nacional por la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz. Entonces, los militares no aceptaron los resultados y sometieron el país a un régimen represivo que mantuvo en arresto domiciliario a la líder opositora hasta 2010, cuando la junta militar decidió iniciar un lento proceso de transición de la mano del general Thein Sein, primer ministro desde 2007 y luego presidente desde 2010.
Pero el establishment cívico-militar, conocido como Tatmadaw, no se ha visto debilitado tras la disolución de la junta militar en 2011. La Constitución hoy vigente, aprobada en 2008, reserva a las fuerzas armadas el 25% de los escaños del Parlamento, lo que da a los generales a través del partido promilitar USD un poder de veto sobre cualquier cambio de las reglas de juego, dado que se requiere el 75% de los votos para aprobar reformas constitucionales. De hecho, aún no está claro que Aung San Suu Kyi pueda presentar su candidatura a las presidenciales, debido a que su marido y sus hijos tienen la nacionalidad británica, lo que la inhabilita según las actuales leyes electorales.
Los militares tienen además una enorme influencia sobre las 17 asambleas y gobiernos regionales, y pueden declarar el Estado de emergencia sin autorización del Parlamento. Las draconianas leyes de seguridad interna sancionan con la cárcel cualquier manifestación no autorizada.
Tampoco se ha detenido el proceso…