INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 941

#ISPE 941. 8 junio 2015

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La visita a Pakistán en abril del presidente chino, Xi Jinping, marcó un nuevo hito en la expansión global del gigante asiático y en su estrategia euroasiática, al cerrar acuerdos por valor de 46.000 millones de dólares en proyectos energéticos e infraestructuras que incluirán la construcción de una vía férrea entre la región noroccidental china de Xinjiang y el puerto pakistaní de Gwadar en el océano Índico, donde China está construyendo ya una base naval para su armada.

Las estrechas relaciones entre Islamabad y Pekín vienen de lejos. En 1951 Pakistán fue uno los primeros Estados en reconocer a la República Popular, y no boicoteó a China por los sucesos de la plaza de Tiananmen en 1989. China es hoy el principal socio comercial de Pakistán, cuyos equipos militares y de defensa son en gran parte también chinos. No es casual. A los dos países les une la rivalidad con India, su tradicional adversario en el continente asiático, que China considera su área natural de influencia.

Por otra parte, Pakistán y Afganistán son eslabones claves en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda que China proyecta tender por vía terrestre desde Zhengzhou, capital de la provincia de Henan, hasta Hamburgo cruzando las republicas centroasiáticas exsoviéticas y Rusia. Esa ruta correrá paralela a la vía marítima que abrirá el llamado Collar de Perlas, la cadena de puertos de aguas profundas que se extenderá desde los puertos chinos del mar de China Meridional al mar Rojo y el Mediterráneo y que servirá como vía alternativa al estrecho de Malaca para la marina mercante china.

Mientras la percepción de China entre los pakistaníes es bastante buena –con un 78% de aprobación–, no ocurre así en sentido contrario por la imagen de inestabilidad y fanatismo religioso que Pakistán tiene…

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