La fuerte apreciación del dólar, del 25% en los últimos nueve meses frente al euro, empieza a provocar ondas expansivas en todo el mundo, unas positivas y otras no tanto. Paul Krugman, por ejemplo, advierte que el dólar fuerte va a perjudicar la economía de EE UU al encarecer sus exportaciones, agravar el déficit de la balanza comercial y reducir sustancialmente las repatriaciones de beneficios de sus empresas.
Aunque EE UU no depende de su comercio exterior tanto como China o Alemania, el 46% de las ventas de las compañías del S&P 500 procede del exterior. La fortaleza del dólar podría frenar además la relocalización industrial que empezó hace unos años a raíz del abaratamiento de la factura energética, producto a su vez del boom de los hidrocarburos no convencionales.
De momento, el impacto del alza del dólar ha empezado ya a notarse en el volumen de inversión directa exterior en EE UU, que en 2014 cayó un 60%. Pero dado que la economía de EE UU crece a buen ritmo, a los inversores les compensa pagar un poco más por su moneda si ese es el precio por acceder a un mercado más dinámico y rentable que los demás.
Los países emergentes lo tienen más difícil. Según el BEI (Bank for International Settlements), la subida del dólar va a restringir la oferta de liquidez en la economía global, lo que podría provocar una crisis de deuda en las economías emergentes que aprovecharon la coyuntura para endeudarse fuertemente en esa divisa. El BEI estima que el total de préstamos existentes en dólares fuera de EE UU alcanzó el año pasado los 9,2 billones de dólares, un 50% más que en 2009.
Lo que ha quedado claro es que va a ser complicado que monedas como el euro o el yuan…