Las masivas manifestaciones en Argelia en contra de la decisión del gobierno de explotar el gas de esquisto (shale) mediante fractura hidráulica (fracking), con una inversión de 70.000 millones de dólares, son las mayores protestas medioambientales jamás registradas en un país árabe. Aunque por ahora las movilizaciones se han concentrado en In Salah, el sur profundo, sus ecos son cada vez más audibles en Argel por su impacto en las redes sociales y los medios de comunicación de alcance nacional.
Las protestas en In Salah de principios de este mes provocaron múltiples heridos y cuantiosos daños materiales. El gobierno argelino anunció el comienzo de la explotación de shale el 27 de diciembre. Desde entonces, las manifestaciones han ganado fuerza y poder de convocatoria.
El primer ministro, Abdelmalek Sellal, insiste en que el gobierno no piensa renunciar a un proyecto que considera vital para la industria energética, acusando a los líderes de la protesta de ser agentes de potencias extranjeras.
Argelia posee las terceras mayores reservas mundiales de shale, después de China y Argentina, unos 700 billones de pies cúbicos de gas distribuidos en seis yacimientos. El gobierno de Abdelaziz Buteflika está empeñado en extraerlo, debido a las crecientes dificultades económicas del país por la caída de los precios del petróleo y el acelerado agotamiento de sus yacimientos de hidrocarburos convencionales.
Pero muchos argelinos, acostumbrados durante décadas a sufrir cortes de agua, no entienden que el Estado se comprometa con un proyecto costoso, que consume enormes recursos hídricos y que podría contaminar irreparablemente el frágil sistema de acuíferos subterráneos que comparten Argelia, Túnez y Libia. El fracking requiere inyectar grandes volúmenes de agua mezclada con arena y elementos químicos tóxicos a gran presión para fracturar las rocas de pizarra y así liberar el gas y el…