Dos años después de su vigoroso comienzo, la presidencia de Enrique Peña Nieto ha quedado encallada en la corrupción, la inseguridad ciudadana, los conflictos de intereses y la excesiva dependencia del petróleo. El asesinato de los 43 estudiantes universitarios de Ayotzinapa, las relaciones non sanctas de la pareja presidencial con una constructora que se ha beneficiado de millonarios contratos gubernamentales y los recortes del gasto público han generado la imagen de un gobierno a la deriva.
La creciente impopularidad de Peña Nieto va a hacer muy difícil que su gobierno recupere la iniciativa que hizo posible las reformas de la energía, las telecomunicaciones y la educación tras la firma del fundacional Pacto por México entre las principales fuerzas políticas del Congreso.
La designación del nuevo secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, que deberá investigar al presidente y a su esposa –es decir, auditar al jefe que lo acaba de nombrar– es una medida poco convincente en un país donde predomina el cinismo en relación al poder. La dictadura perfecta, la película más taquillera de la historia del cine mexicano, hizo furor el año pasado al contar la historia de un político muy parecido a Peña Nieto. Para subrayar los paralelismos, los créditos iniciales de la película decían: “Cualquier parecido o similitud con la realidad no es mera coincidencia”.
A sus problemas de imagen, el presidente suma ahora la caída del precio del crudo. Al gobierno le preocupa sobre todo su efecto sobre las licitaciones de áreas de exploración y producción abiertas a la inversión privada. Según diversas estimaciones, el barril tendría que estar en torno a los 77 dólares para que los proyectos energéticos mexicanos sean rentables.
La mezcla mexicana de crudos para exportación ha caído un 42% desde junio,…