Aunque la atención mediática sobre el terrorismo yihadista está hoy en Francia, el grueso de sus víctimas se produce en escenarios como Irak, Yemen y Nigeria, donde el grupo terrorista Boko Haram ha emprendido un imparable y sangriento avance en el norte del país, rebasando con cada vez mayor frecuencia las fronteras nigerianas para generar caos y muerte en Camerún, Chad y Níger, donde pretende instaurar un califato islámico.
Surgido en 2002, su capacidad ofensiva dio un salto exponencial en 2009. Desde entonces, ha asesinado a más de 13.000 personas, 10.000 de ellas en 2014. En lo que va de año, han muerto unas 5.000 personas por la lucha que ha provocado en el noreste de Nigeria, una cuenta que va a aumentar a medida que se acerquen las elecciones presidenciales del próximo 14 de febrero.
El presidente, Goodluck Jonathan, aspira a un segundo mandato, pero su manifiesta incapacidad para hacer frente a Boko Haram no le asegura la victoria. Su principal rival es el general Muhammadu Buhari, cuyos antecedentes autoritarios y su retórica de mano dura podrían atraerle muchos votos, lo que podría soslayar de facto la norma no escrita de que a un presidente cristiano ha de sucederle otro musulmán.
Pero si la violencia provoca una abstención masiva en los Estados del norte, la legitimidad del vencedor, cualquiera que sea, se verá cuestionada. La corrupción ha hecho especial mella en las fuerzas armadas, que cuentan con un presupuesto de 5.000 millones de dólares anuales. El pasado diciembre 54 soldados fueron condenados a muerte por motín y cobardía; es decir, por rehusarse a combatir contra Boko Haram.
La incapacidad del Estado nigeriano para contener la violencia ha llevado a Francia a liderar la constitución del Batallón de Respuesta Rápida (BIR, en sus siglas en francés) con efectivos…