INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 913

#ISPE 913. 10 noviembre 2014

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Si la presidencia de la Comisión Europea de Jacques Delors estuvo marcada por el aumento de los fondos estructurales y de cohesión, la de Jacques Santer por la introducción del euro y la de Romano Prodi por la ampliación, el doble mandato consecutivo de José Manuel Durão Barroso lo ha estado por su gestión de las crisis que ha tenido que enfrentar.

Primero, la política e institucional por el rechazo de Francia y Holanda al proyecto de constitución europea en 2005 y luego la crisis económica y financiera. En el tramo final de su mandato tuvo incluso que hacer frente a la crisis internacional provocada por la negativa de Ucrania a firmar con Bruselas un acuerdo de asociación en noviembre de 2013, lo que contribuyó a la caída del gobierno de Viktor Yanukovich en Kiev, la anexión rusa de Crimea y la desestabilización de las provincias rusófonas del sureste ucraniano.

Ante semejantes desafíos, quizá ninguno de sus antecesores habría salido airoso. Barroso tampoco lo hizo del todo, pero en el haber de su mandato queda la creación del mecanismo de rescate financiero, el establecimiento de normas presupuestarias más estrictas, para lograr la consolidación fiscal y de mecanismos de regulación financiera más rigurosos y haber sentado las bases para el establecimiento de la unión bancaria europea.

A todo ello se añade el reforzamiento del mercado único, la potenciación de las energías renovables y la lucha contra el cambio climático tras la publicación del Informe Stern. En el debe quedan la falta de políticas proactivas para la creación de empleo y la incapacidad de la Comisión para ayudar a reactivar la economía europea, que ha perdido un 20% de inversión privada directa durante los últimos siete años.

Tampoco la Comisión pudo impedir el creciente desequilibrio de poderes en favor de los Estados…

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