INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 896

#ISPE 896. 30 junio 2014

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En la IX cumbre de la Alianza del Pacífico (AP) celebrada el 20 de junio en Punta Mita (Nayarit, México), la primera en la que participa la presidenta chilena, Michelle Bachelet, sus cuatro países miembros –México, Chile, Colombia y Perú– decidieron abrir una nueva etapa en sus relaciones exteriores para acercarla a otros países y bloques regionales.

Según el ministro de Exteriores chileno, Heraldo Muñoz, la AP no debe convertirse en un “bloque político-ideológico de los librecambistas y eficientes contra los estatistas ineficientes del Atlántico”, subrayando que la Alianza del Pacífico debe buscar una “convergencia en la diversidad” con Mercosur.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, insistió, por su parte, que la AP tiene un carácter “pragmático y no ideológico”, pero que debe respetar sus cuatro pilares fundacionales: libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales. Esa fórmula ha sido exitosa: sus cuatro países suponen un PIB de dos billones de dólares y un mercado conjunto de 200 millones de personas, representan más del 50% del comercio exterior latinoamericano y atraen el 50% de los flujos netos de inversión extranjera directa en la región. Los cuatro países tienen, además, acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea y tres son miembros del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC). Por ello mismo, la Alianza del Pacífico no ha tardado en cosechar enemigos. El presidente boliviano, Evo Morales, por ejemplo, ha dicho que la AP es parte de “una conspiración que viene desde el norte”.

En julio habrá una reunión ministerial en Cartagena (Colombia) entre la AP y Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela) para buscar puntos de encuentro entre ambos bloques. ¿Por qué aceptaron Colombia, México y Perú hacer la invitación a Mercosur? La respuesta más plausible es que simplemente no creen que ese acercamiento…

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