El boom de las materias primas de la última década con su voraz demanda de minerales y metales valiosos, ha generalizado a escala mundial un fenómeno especialmente peligroso para los ecosistemas más frágiles del planeta: la minería clandestina.
Aunque los precios de los minerales han caído un 25% desde 2011, siguen duplicando los que tenían hace 10 años. Entre 2000 y 2011, por ejemplo, el precio del oro subió un 600%. Las 40 compañías mineras más grandes del mundo tuvieron ingresos brutos por valor de 500.000 millones de dólares en 2012, frente a los 100.000 millones de 2002, según Chatham House.
En Perú, la minería supone entre el 15 y el 16% del PIB del país y casi el 60% de las exportaciones. En ningún otro país el fenómeno de la minería clandestina ha alcanzado dimensiones tan alarmantes, donde el 61% de la fuerza laboral trabaja en la economía sumergida. Según la consultora peruana Macroconsult, las exportaciones de oro ilegal en el país andino superaron largamente las del narcotráfico en 2011: 1.793 millones de dólares por oro frente a 1.208 millones de cocaína.
El total de personas que se dedican a la minería ilegal en Perú fluctúa entre 150.000 y 400.000, según diversas estimaciones. La administración tributaria peruana (Sunat) decomisó hace poco 316 kilos de oro ilegal valorado en 11,2 millones de dólares en un depósito de aduanas en el puerto del Callao, pero un mandato judicial de una corte de Ucayali ordenó la reposición del cargamento a su propietario, un exconvicto por narcotráfico.
Las nuevas carreteras de penetración han agravado el problema. Desde su inauguración en 2010, la carretera interocéanica que une São Paulo con Lima ha contribuido a la proliferación de asentamientos humanos que han convertido el departamento de Madre de Dios, hasta hace poco una de las…