Los temores geoestratégicos suscitados en Occidente por las tensiones en Ucrania han desplazado los asuntos económicos a un segundo plano, pese a la precariedad de su situación económica. El país no tiene más que 15.000 millones de dólares en caja. Este año, solo los vencimientos de su deuda suman 10.000 millones de dólares, mientras que lleva retrasos de 2.000 millones adicionales por sus importaciones de gas ruso. Si se suman los 3.700 millones que debe al FMI, las necesidades de financiación para 2014 llegan a los 20.000 millones de dólares y las de 2015 alcanzan una suma similar. Su moneda, el grivna, se ha depreciado un 30% en dos meses. El Banco Central ha puesto límites a los retiros de depósitos bancarios, de 18.000 millones de dólares, para impedir mayores fugas de capitales.
La recaudación tributaria se ha desplomado. El Tesoro local ha tenido que pagar tipos del 15% en una emisión de bonos a corto plazo, el triple que Grecia. El país entrará en default a menos que lleguen pronto ayudas externas. Ucrania tiene una deuda externa de 130.000 millones de dólares, el 47% PIB. Moscú podría además cortarle el suministro de gas o cerrar el mercado a sus exportaciones, 25% de las cuales se dirigen a Rusia.
De momento, desde Occidente solo han llegado promesas. La UE va a eximir de aranceles a sus exportaciones (unos 500 millones de euros anuales) y prevé concederle un crédito de 2.000 millones de euros para pagar su factura energética. Pero no es probable que Bruselas vaya a entregar más fondos hasta después de las elecciones presidenciales de mayo. Y ello solo si alcanza un acuerdo con el FMI, que exigirá como contrapartida un severo plan de ajuste que incluirá una devaluación, el recorte del gasto público y de los subsidios a…