Las armas no se callaron mientras duró la conferencia Ginebra II entre el régimen de Bachar el Asad y la oposición. Por el contrario, el ejército sirio intensificó sus bombardeos de las zonas rebeldes, causando unas 5.000 muertes mientras duraron las negociaciones.
El Asad rechazó de pleno la creación de un gobierno de transición o la posibilidad de crear corredores humanitarios para llevar ayuda a las poblaciones asediadas. Tras su rotundo fracaso –ni siquiera cabe prever una tercera convocatoria negociadora–, todo apunta a que ambos bandos van a volver a apostar, con renovado vigor, por una solución militar al conflicto.
El tiempo corre a favor del régimen de Damasco por una sencilla razón: ni Rusia ni Irán van a permitir su caída. Las tropas leales a El Asad cuentan con el apoyo de los pasdarán iraníes y varios miles de combatientes de Hezbolá.
Las fuerzas de El Asad controlan la zona que circunda Damasco y la franja costera mediterránea, donde se concentra la minoría alauí, a la que pertenece el clan de los Asad, y por la que recibe los suministros necesarios para mantener su esfuerzo bélico, incluidos los helicópteros artillados rusos que bombardean Homs. Las elecciones presidenciales de este año extenderán su mandato un periodo más con el habitual 90% de los votos.
El Asad está convencido de que no habrá ninguna intervención militar exterior y que es visto cada vez más como un mal menor por la comunidad internacional, ante el temor de que su caída lleve al poder a los yihadistas.
En cambio, los grupos rebeldes laicos se ven con crecientes dificultades para aumentar su potencia de fuego y capacidad de combate. Arabia Saudí y Qatar ya han apostado por los salafistas y no van a cambiar de bando.
En el campo yihadista, tanto la Brigada al…