La controvertida campaña publicitaria de la actriz Scarlett Johansson para una empresa israelí ubicada en un asentamiento en Cisjordania, lo que ha llevado a Oxfam a retirarle su condición de embajadora de la organización, ha dado visibilidad internacional a la campaña BDS (boicot, desinversión y sanciones), promovida por unas 200 organizaciones civiles palestinas como instrumento de presión contra la ocupación israelí.
El gobierno de Benjamin Netanyahu denuncia que la campaña pretende castigar “inmoral e injustificadamente” a Israel. Las autoridades israelíes se toman muy en serio esa especie de “intifada económica”, potencialmente mucho más dañina para los intereses del Estado judío que unos miles de adolescentes palestinos tirando piedras contra sus soldados en Yenín o Hebrón.
Una campaña similar contra la Suráfrica del apartheid fue decisiva para poner fin al régimen de segregación racial y obtener la liberación de Nelson Mandela. El ministro de Finanzas israelí, Yair Lapid, ha advertido que si no se llega a un acuerdo basado en la solución de dos Estados, “el bolsillo de todos los israelíes se verá afectado”. Según Lapid, un boicot que redujera en un 20% las exportaciones israelíes a la Unión Europea, le costaría al país más de 5.000 millones de dólares anuales y miles de puestos de trabajo.
El mayor fondo de pensiones holandés, PGGM, ya ha retirado sus inversiones en cinco bancos israelíes debido a que tienen sucursales en Cisjordania o están implicados en la construcción de los asentimientos judíos. Por su parte, el Danske Bank, el mayor banco danés, también ha cortado sus relaciones con el israelí Bank Hapoalim por su financiamiento de las colonias.
Las exportaciones de productos fabricados en los asentamientos ubicados en el valle del Jordán cayeron en 2013 un 14%. El boicot se extiende al mundo académico, como muestra el rechazo de Stephen Hawking a…