La escasa atención prestada por la prensa de Estados Unidos a la visita de Mariano Rajoy a Washington –apenas una mención tangencial en el New York Times y una breve nota en el blog Washington Wire del Wall Street Journal–, es la señal más clara de que España ha dejado de ser un motivo de preocupación para la superpotencia. Según reza un viejo adagio periodístico norteamericano, no news is good news.
Barack Obama tuvo palabras elogiosas para el “liderazgo” de Rajoy, aunque le recordó sus asignaturas pendientes: aumentar el crecimiento y reducir la tasa de desempleo, superior al 25%, una cifra que ee uu solo alcanzó en el peor momento de la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX.
El reconocimiento de la Casa Blanca del comienzo de la recuperación económica española va a generar confianza en los mercados internacionales y atraer inversiones que comienzan a abandonar los mercados emergentes.
Pero el gobierno de Madrid no se puede permitir la complacencia: España compite en ese campo con Portugal e Irlanda. Según las previsiones esbozadas por la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, durante su encuentro con Rajoy, España necesitará un crecimiento sostenido superior al 2,2% anual para poder crear empleo de calidad.
Obama y Rajoy abordaron además las relaciones con el conjunto de la ue y los avances en la negociación del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones. Obama se interesó además por la opinión del presidente del gobierno español sobre diversos asuntos latinoamericanos, especialmente por las perspectivas del proceso de paz en Colombia.
En la agenda se cruzó además un hecho imprevisto: el contencioso entre la constructora española Sacyr y la Autoridad del Canal de Panamá sobre las obras de ampliación del Canal. EE UU es el principal interesado fuera de Panamá en que las…