El reciente Tercer Pleno del 18º Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh) no tuvo la importancia del de 1978, en el que Deng Xiaoping lanzó las reformas que han convertido China en la segunda economía mundial. Pero nadie duda de su trascendencia, al haber concentrado en manos de Xi Jinping más poderes que los que tuvieron todos sus antecesores desde el propio Deng y anunciar reformas económicas y sociales de gran envergadura y largo alcance.
A partir de ahora, las fuerzas del mercado tendrán un papel “decisivo” en lugar de “básico” en el sistema económico, un matiz que está lejos de ser meramente semántico al implicar el reforzamiento de los derechos de propiedad, una regulación más transparente y precios menos arbitrarios. Al reforzar la figura de Xi –que es hoy jefe de Estado, además de secretario general del PCCh y presidente de la Comisión Militar– y blindar el papel rector del partido en el sistema político, lo que conllevará una mayor represión de la disidencia, las reformas potenciarán el modelo diseñado por Deng de liberalización económica y férreo control político del partido, redefiniendo las relaciones entre el partido, el sistema económico y el pueblo.
Con ello, se diluirá el liderazgo colegiado que Deng instauró para evitar el resurgimiento del culto a la personalidad de Mao Zedong. Con la creación de un organismo similar al Consejo de Seguridad Nacional de ee uu, que coordinará la seguridad interna, los servicios de inteligencia, la política exterior y la estrategia nacional, Xi controlará una maquinaria burocrática que le servirá para vencer las resistencias a las reformas y aumentar la vigilancia social.
En el presupuesto de 2012, los gastos para seguridad interna ya alcanzaron los 111.000 millones de dólares, frente a los 106.000 millones dedicados a defensa. En el plano económico, los cambios…