Hace un año, pocos se mostraban optimistas sobre el futuro inmediato de Repsol tras la expropiación del 51% de YPF por el gobierno argentino, que privó a la compañía de buena parte de sus activos, especialmente reservas de crudo. En los meses posteriores, las dudas en torno a Repsol llegaron a tal extremo que las agencias de calificación amenazaron con degradar su rating a menos de que empezara a reducir su deuda.
En las bolsas, sus acciones, en los 24 euros a principios del 2002, se desplomaron hasta los 11 en agosto de 2012, lo que significaba que la compañía valía ese mes menos de la mitad (14.000 millones de euros) que ocho meses atrás. A lo de YPF se sumaron la guerra en Libia y la pugna por el control de la compañía con el entonces presidente de Sacyr Vallehermoso, Luis del Rivero. Algunos analistas llegaron incluso a temer que Repsol pudiera ser absorbida por una multinacional extranjera.
La dirección de la compañía reaccionó diseñando una estrategia de recuperación centrada en reducir su endeudamiento a través de desinversiones –como la de sus activos de GNL a Shell y el 5% de su autocartera a Temasek– así como el reforzamiento de la exploración y la producción, a las que siguió destinando el 80% de sus inversiones. En medio de la crisis económica española, con fuerte descenso del consumo de combustibles, la apuesta era arriesgada.
Hoy los resultados están a la vista. La compañía ha mejorado su balance y ha logrado multiplicar sus reservas, con lo que hoy tiene un ratio de reposición superior al que tenía antes de perder YPF, un 204%, muy por encima de lo habitual entre otras compañías europeas. Todo ello le ha permitido aumentar la producción y recuperar la facturación de años anteriores a la crisis.
La de 2012 fue…