De aquí a 2021 Brasil construirá 34 grandes represas para aumentar en un 50% su capacidad de generación hidroeléctrica, la mayor parte de ellas en ríos que proveen el 20% del agua dulce del planeta y que recorren los bosques tropicales de mayor biodiversidad en el mundo, con lo que regulan los ciclos pluviales globales y absorben gran parte del dióxido de carbono de la atmósfera terrestre.
La hidroeléctrica de Jirau sobre el río Madeira, un proyecto de 7.700 millones de dólares, tendrá más turbinas gigantes que cualquier otra represa en el mundo. Las líneas de transmisión eléctrica se extenderán a lo largo de 2.000 kilómetros para llevar la energía desde el centro del país hasta São Paulo. En total, las represas inundarán unos 5.000 kilómetros cuadrados de bosques.
A pesar de las denuncias de las organizaciones medioambientales contra esa política de infraestructuras faraónicas, en las que el gobierno invertirá 150.000 millones de dólares hasta 2021, nada frenará sus planes. Hasta 2021 la economía crecerá un 63%, lo que requiere un aumento exponencial de la generación de electricidad. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, sostiene que el mix energético brasileño es uno de los más “verdes” del mundo.
Según el gobierno de Brasilia, las represas en construcción, como la de Belo Monte, sobre el río Xingú, que generará tanta electricidad como 11 plantas nucleares juntas, inundarán cinco veces menos terrenos que las de la generación anterior, como las de Tucuruí o Itaipú, que desplazaron a 10.000 familias e inundaron el parque nacional de las Cataratas de Guaira.
Pero al menos los problemas que plantean las represas brasileñas se circunscriben a su territorio. Las de China, en cambio, amenazan con crear graves tensiones internacionales en Asia. Según el World Water Resources Group, una tercera parte de la población mundial…