Aunque España vive estos días en medio de la revelación de diversos casos de corrupción, la situación está lejos de ser excepcional. El secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, acaba de advertir que “la corrupción amenaza la democracia en nuestro continente”. Según una encuesta de Eurobarómetro de 2012, el 74% de los europeos considera que la corrupción es uno de los principales problemas.
El fenómeno es global. Los casos en fase de denuncia, investigación, juicio o ya con condena, se extienden desde Estados Unidos a Líbano y Australia. Pero en ese sórdido panorama, España ocupa un lugar destacado, solo eclipsado por Grecia entre los países de la zona euro. En los países desarrollados, el grueso de la corrupción se materializa en corruptelas diversas, no en escándalos que afecten a las altas esferas del Estado. Destacan, por ejemplo, la condena de unos exeuroparlamentarios por aceptar sobornos de falsos lobbistas; acusaciones al primer ministro esloveno, Janez Jansa, por no haber declarado un patrimonio por valor de 200.000 euros o el recrudecimiento de la censura pública en Grecia por la nula disposición del gobierno a perseguir a los defraudadores fiscales con cuentas en el extranjero.
En Estados Unidos los medios se han ocupado últimamente de un concejal de una pequeña ciudad, Rockford (NY), que se habría embolsado varias decenas de miles de dólares en comisiones, o las denuncias contra el exalcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, por haber recibido sobornos por valor de 250.000 dólares a cambio de contratos, además de falsear sus declaraciones de impuestos.
En Australia están siendo investigados varios exministros de Nueva Gales del Sur que habrían amañado un concurso de leasing de minas. Según la prensa local, concedieron los contratos a menor precio a empresas controladas por familiares suyos, lo que ha supuesto a las arcas del…