INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 819

#ISPE 819. 26 noviembre 2012

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La independencia energética ha sido un objetivo proclamado por todos los presidentes de Estados Unidos desde Richard Nixon, sin que ninguno lograra avanzar significativamente en pos de esa meta. Pero ahora Barack Obama y quien le suceda en 2016 podrían dejar al país convertido en una superpotencia energética, lo que tendrá profundos efectos en la economía, la geopolítica y el medioambiente globales.

Según el último World Energy Outlook de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), EE UU, que consume el 20% de la energía mundial, podría convertirse en 2020 en el primer productor mundial de petróleo y gas natural, superando a Arabia Saudí y Rusia, lo que le permitirá reducir sus importaciones de hidrocarburos, el déficit comercial (este año los ahorros serán ya de 75.000 millones de dólares) y revitalizar sectores industriales de alto consumo energético como la siderurgia, la petroquímica y el aluminio. En 2035 –y quizá antes– la producción de gas y petróleo de esquisto (shale) mediante fracturación hidráulica (fracking) y extracción horizontal (horizontal drilling), podrían satisfacer el consumo interno, algo que no se producía desde 1959, e incluso exportar un importante remanente.

Según las proyecciones, en 2035 las importaciones de crudo del país caerán hasta la tercera parte de las actuales: unos tres millones de barriles diarios (mbd). En los últimos cinco años el aumento de la producción ha sido de 500.000 mbd, hasta alcanzar 6,3 mbd en la actualidad, y la AIE cree que se alcanzarán 11,1 mbd en 2020. Las reservas podrían durar un siglo con las actuales tasas de consumo, según el National Petroleum Council.

Si esas previsiones se cumplen, la OPEP perderá parte de su capacidad para fijar los precios y el golfo Pérsico verá limitada su importancia geopolítica para EE UU. Canadá ya suministra…

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