Durante la campaña electoral en EE UU, Barack Obama y Mitt Romney parecieron empeñados en ignorar el asunto del cambio climático. Según DailyClimate.org, el número de artículos dedicados al tema en la prensa cayó un 41% entre 2009 y 2011. Pero los hechos son testarudos. La irrupción del huracán Sandy, que devastó la costa noroeste y dejó 50 muertos en el tramo final de la campaña, ha vuelto a situar la “verdad incómoda” del calentamiento global entre las principales preocupaciones de los norteamericanos.
Un huracán, una sequía o una ola de calor como casos aislados no pueden ser atribuidos al cambio climático. La meteorología es tan compleja que ni siquiera los superordenadores pueden replicar todas las interacciones y variables que convergen en los fenómenos atmosféricos. Sin embargo, todos los indicios confirman que las emisiones de gases de carbono –cuyas concentraciones en la atmósfera han aumentado un 40% desde el inicio de la revolución industrial –, están haciendo cada vez más extremos sus efectos. Hay varios datos estadísticos incontrovertibles. El carbón representa hoy el 30% de la energía que se consume en el mundo frente al 25% de 1995.
Siete de los veranos más calientes registrados en EE UU han ocurrido en los últimos 10 años. Los huracanes se forman cuando la superficie del mar está caliente, por lo que son más comunes en los trópicos. Las aguas del Atlántico occidental alcanzaron sus mayores temperaturas el pasado verano. Hoy tienen un 1ºC más de media que hace un siglo.
Según el US Global Change Research Program, probablemente los huracanes no serán más frecuentes, pero sí más violentos. Un reciente informe del Banco Asiático de Desarrollo, por su parte, sostiene que el crecimiento económico, una urbanización caótica y la deforestación han aumentado exponencialmente los riesgos de inundaciones, corrimientos de tierras,…