La política exterior había estado prácticamente ausente de la campaña electoral de Estados Unidos hasta las protestas en el mundo islámico contra una película difamatoria del islam. En la última encuesta del New York Times/CBS News Poll, solo el 4% la consideraba su principal preocupación, mientras que Barack Obama mostraba una ventaja de dos dígitos en ese campo sobre su rival republicano, Mitt Romney.
La muerte del embajador Christopher Stevens en Bengasi ofreció al candidato conservador la oportunidad para recuperar terreno en ese área, acusando a Obama de debilidad frente a los enemigos externos del país. Romney había dicho antes que el fin de la guerra en Irak fue “trágico”, prometió aumentar el gasto militar hasta el 4% del PIB, consideró a Rusia “nuestro adversario geopolítico núm. 1” y que el objetivo en Afganistán debía ser derrotar a los talibanes en el campo de batalla. Pero ese tipo de lenguaje y su proximidad a ideólogos neocon procedentes de la administración de George W. Bush como Dan Senor o John Bolton, no le han ayudado a rentabilizar las dificultades externas de Obama. EE UU tiene el 4,5% de la población mundial y genera el 25% del PIB global, pero representa el 50% del gasto militar.
Pero las frustraciones militares en Irak y Afganistán –unas guerras que han costado casi tres billones de dólares y la vida de unos 7.000 soldados–, han generado una “fatiga intervencionista” entre los electores. Hoy solo un 30% cree que la guerra en Afganistán valió la pena. Según una reciente encuesta del Chicago Council on Global Affairs, menos del 10% quiere que su país siga siendo el líder mundial preeminente en la resolución de los problemas mundiales. Un 51% es partidario de retirar las tropas desplegadas en Europa.
Obama no ha tenido grandes éxitos…