Los periodos de desendeudamiento que suceden a las crisis financieras graves tienden a ser largos debido a que todos los agentes económicos –desde los gobiernos a las empresas y las familias– intentan reparar al mismo tiempo sus cuentas, deprimiendo con ello el consumo y la demanda y, por tanto, también el crecimiento. Históricamente, esos procesos suelen durar unos 10 años, de ahí el nombre de “década perdida”.
Las investigaciones en Estados Unidos han demostrado que las mayores pérdidas de empleo desde el comienzo de la Gran Recesión en 2008 han sido causadas por la caída del consumo lo que, a su vez, produjo despidos masivos en el sector privado. Entre 1982 y 2007, el consumo interno en bienes, servicios y viviendas pasó del 67 al 74% del PIB. A ese proceso contribuyó en gran medida el boom del crédito estimulado por los bajos tipos de interés de la Reserva Federal. El aumento de la deuda bruta entre 1995 y 2010 fue mayor que toda la deuda que había acumulado EE UU en sus 212 primeros años de existencia. La deuda de los hogares, que era del 100% en 2000, alcanzó el 133% en 2007. En 1938 el gasto público total equivalía al 15% del PIB. En 2010 esa cifra era del 36%. La deuda pública de EE UU es hoy del 103% del PIB.
Europa no le fue a la zaga. Según un estudio de la consultora McKinsey, en 2010 el nivel global de deuda (es decir, la suma de deuda pública, privada y corporativa) era del 446% del PIB en Reino Unido, 336 en España, 322 en Francia y 315 en Italia, frente al 296% en EE UU. En promedio, en las 10 economías estudiadas por McKinsey, la deuda total había aumentado del 200% del PIB en 1995 a…