Según un reciente informe de Goldman Sachs (Achieving fiscal and external balance, marzo 2012), los países del periferia de la zona euro necesitan una depreciación real de su tipo de cambio para mejorar su competitividad y lograr una posición externa sostenible. Y dado que el euro no permite una devaluación, lo tienen que conseguir mediante un ajuste de sus precios y salarios, nada menos que del 35% en Portugal, del 30% en Grecia, del 20% en España y del 15% en Italia.
No es casual que esos cuatro países son los que más se han desindustrializado, debido a la competencia de la producción de potencias emergentes en una serie de sectores de tecnología media y baja. Alemania, en cambio, al concentrar su producción industrial en bienes de capital de alto valor añadido y haber mejorado su competitividad, ha podido beneficiarse de la globalización.
A medida que los países emergentes crean clases medias de mayor poder adquisitivo, aumentan su consumo de bienes y servicios más sofisticados. En último término, los países del Sur de Europa no tienen otra salida que recuperar su sector manufacturero si no quieren convertirse en economías de servicios de poco valor agregado y dependientes de mano de obra barata.
No va a ser una tarea fácil, pero tampoco imposible debido a la llamada “tercera revolución industrial” que estará liderada por sectores como la robótica, nanotecnología, inteligencia artificial, biotecnología, baterías de litio, manufactura digital (impresión en 3D) y los nuevos materiales y aleaciones más resistentes y ligeros. Todo depende de que se actúe a tiempo.
El modelo alemán, basado en clusters tecnológicos y pymes familiares (Mittelstand), que hacen que el sector manufacturero represente el 50% de sus exportaciones y el 30% del PIB, frente al 16% de la media de la zona euro, es…