La confirmación de que iba celebrarse una segunda vuelta en las elecciones en Senegal fue el primer anticipo de que podría convertirse en un modelo para África. Senegal ha seguido una estela abierta por Níger, Guinea Conakry, Costa de Marfil y Nigeria. Pero el caso senegalés destaca porque la población civil supo defender en las calles la limpieza del proceso electoral, frustrando los intentos de autoperpetuación del presidente, Abdulaye Wade, al forzar una segunda vuelta, en la que la oposición se aglutinó en torno a la candidatura del exprimer ministro Macky Sall.
La mayoría musulmana del país profesa un islam tolerante de raíces sufíes y defensor de las libertades públicas y el desarrollo económico, lo que tiene un valor añadido para la “primavera árabe” en el Norte de África.
Los resultados de la segunda vuelta, celebrada el 25 de marzo, dieron, la mayoría a Sall (65,80%) frente al 34,2% de Wade, todo ello con un respetable
55% de participación. Al final, Wade asumió lo obvio –que su poder se había agotado– y que sus pretensiones de hacerse reelegir para un tercer mandato consecutivo, forzando la Constitución, paralizaría al país por las protestas y podía terminar causando un baño de sangre.
Las grandes manifestaciones de junio de 2011 en Dakar para protestar contra la presión ejercida por Wade sobre el Tribunal Supremo para que sus jueces dictaminaran, en una controvertida interpretación, que la Constitución no le impedía optar a un tercer mandato, anticiparon el desenlace final.
En la primera vuelta del 26 de febrero, Wade obtuvo el 34,8% frente al 26,6% de Sall. Wade era uno de los estadistas africanos más reconocidos internacionalmente, pero su intento de crear un poder dinástico impulsando la carrera política de su hijo, Karim Wade, erosionaron su credibilidad. Las cofradías islámicas, de gran…