Pero es solo un contratiempo temporal. El despliegue de tropas de Moscú y Ankara para apoyar a sus respectivos aliados –Haftar (“hombre fuerte” del gobierno de Cirenaica), en el caso de Putin y Fayez Serraj (líder del gobierno de Trípoli y el único reconocido por Naciones Unidas) en el de Erdogan– les ha dado la llave de las negociaciones, auspiciadas por la ONU, que comenzaron el 19 de enero en Berlín con la participación de EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Turquía, la Liga Árabe, la Unión Africana, Argelia y Egipto, entre otros países y organizaciones.
El arrebato de Haftar, quien sostiene que Libia no está preparada para la democracia, se debió, parece, a la ausencia en el borrador de una fecha límite para la disolución de las milicias que apoyan al Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), a las que considera bandas criminales y terroristas. Sus múltiples aliados exteriores (Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Rusia, Francia) le dan amplio margen para manipular sus respectivos y contradictorios intereses. Una docena de países han violado el embargo de armas a Libia decretado por la ONU, cuyo Consejo de Seguridad se ha reunido 14 veces desde abril sin aprobar una sola resolución sobre el…